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Imagine, Jayson Blair, Jonah Lehrer, Libero, medios digitales, mentira, periodismo, Stephen Glass, the new republic, The New York Times, Tommasso Debenedetti
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Trece años de penitencia por mentir no son nada comparados con el daño que sufrió la profesión. El periodismo es el fiel reflejo de lo que sucede en el mundo plasmado en un soporte. Su finalidad es mostrar a las personas lo que sucede en su entorno, ya sea en ese país del que nunca han oído hablar como en su propio vecindario. El respeto a la sociedad, a tus compañeros de vida, y a ti mismo, debería ser razón suficiente como para tratar de desvelar la verdad más cierta. Si los periodistas no son fieles con sus lectores, ¿Cómo van a ejercer de protectores de la democracia? La desconfianza del ciudadano medio en la labor del informador mata lentamente al cuarto poder. El mismo cuarto poder se está poniendo la soga al cuello.
El ‘mal’ habita en el que escribe, no en el medio
Todo lo nuevo suscita miedo al principio, hasta que te das cuenta de que es lo mejor que podía haberte pasado en la vida. No es una excepción el cambio tecnológico que hace no tanto empujó al periodismo hacia delante. En los noventa se abrió una brecha entre medios tradicionales y periodismo digital que hoy en día estamos tratando, aún, de solapar.
Ofrecer contenidos rigurosos y por supuesto totalmente verídicos son rasgos de cualquier medio; sea cual sea su modo de difusión. La calidad en el contenido es exigido por la exprofesora de Albacete retirada, fiel a El Mundo, y también por el adolescente de Bilbao que se interesa por la guerra en los países árabes y que no ha tocado un periódico impreso en su vida. Los medios online han dejado en evidencia, más de una vez, a los palpables en materia de rigurosidad.
Uno de los ejemplos más sonados es el caso del exinformador Stephen Glass y sus invenciones en la prestigiosa publicación estadounidense ‘The New Republic’. La moraleja es cómo un medio presente solo en la web, como es ‘Forbes.com’, destapó la gran mentira. Uno de sus reporteros, Adam L. Penenberg, encargado del ámbito tecnológico (y a instancia de su jefe, por no haberse enterado de la supuesta convención de hackers en Las Vegas) intentó corroborar la divertida historia que Glass relataba en Hack Heaven (1998). Esto le costó a Glass no volver a trabajar en ningún periódico y trece largos años en conseguir la licencia de abogado en los EE.UU.
Por desgracia la multitud de ejemplos se sucede. En 2003, el reputado ‘The New York Times’ publicó en portada el escándalo de su corresponsal de información nacional, Jayson Blair. El valiente llegó a inventase más de treinta historias y además en el libro que publicó a posteriori reconocía que el consumo de drogas lo ayudaba a escribir. “Mentí sobre dónde había estado, mentí sobre dónde había obtenido información y mentí acerca de cómo escribí la historia” cuenta Blair a la CNN. No volvería a ejercer de informador pero, por el libro le pagaron una millonada.
La proeza inventiva de Tommasso Debenedetti volvió a poner en jaque al periodismo escrito. El freelance italiano fue descubierto por una de sus supuestas fuentes, el escritor Philip Roth. Esto ocurrió en 2010, durante una entrevista para ‘II Venerdi’ Paola Zanuttini le pregunto a Roth por su adversidad a Barack Obama, hecha pública en el diario italiano ‘Libero’ tiempo atrás. El escritor aclaró que Obama le parecía “fantástico” y desmintió su encuentro con Debendetti. Desde 2006 este ‘periodista’ estuvo inventando entrevistas con los personajes culturales más inaccesibles: Gore Vidal, Toni Morrison, E. L. Doctorow, Günter Grass, José Saramago, John Grisham, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Herta Müller, y así hasta llegar a las 25 que falseó. En la actualidad Debendetti se ha visto implicado en distintos escándalos de informaciones falsas en la red; un ejemplo es la supuesta foto que El País publicó de Hugo Chávez intubado.
Un caso más reciente involucra a uno de los redactor de la también reconocida revista ‘The New Yorker’, Jonah Lehrer, en su tercer libro titulado Imagine: How creativity works (2012). La historia que sacó a la luz el falseamiento de frases atribuidas a Bob Dylan fue descubierta por Michael C Moynihan que trabaja en la revista digital ‘Tablet’. En un intento de salvaguardar la poca honestidad que le quedaba, Lehrer renunció a su puesto en ‘The New Yorker’. Poco después se descubrió que también había adulterado su blog, se dedicó a plagiar a varios periodistas como Jim Romenesko, y a reutilizar material que ya había publicado sin citar absolutamente nada. Tristemente esta mala praxis le ha permitido aprovecharse de su filón de fama.
Con todo esto, la desmitificación es obvia, el buen contenido se asocia a la diligencia de los que conforman un medio, no a su plataforma. Como acertadamente termina Penenberg su Lies, damn lies and fiction “It is not the medium; it is the writer” (no es el medio, es el que lo escribe).
La calidad del contenido en cualquier medio depende de sus periodistas, no de la plataforma
Glass es un ejemplo de autodestrucción y de corrupción periodística
La veracidad es el arma más poderosa del periodismo
Lo más triste es que la sociedad no condene inmediatamente al mentiroso
El cuarto poder se deshace de sus corruptos para ofrecer lo mejor de sí